El nacimiento del mito Bolivariano #Venezuela

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco nació en Caracas (Venezuela) el 24 de julio de 1783 y murió en Santa Marta (Colombia) el 17 de diciembre de 1830, a consecuencia de la tuberculosis y las fiebres tifoideas. Tuvo un papel decisivo en la  emancipación de España de las naciones que lo vieron nacer y morir -así como de Bolivia, Perú, Ecuador y Panamá-, fue presidente de Venezuela y Colombia y dictador de Guayaquil y Perú y se le concedieron los títulos de Libertador y Hombre de América. No cabe duda de su importancia en el proceso de independencia de las naciones americanas.

Pero un aspecto interesante es cuando nació no el hombre, sino el mito: el culto a la figura y la personalidad de Bolívar que llega hasta nuestros días y que obtuvo un nuevo impulso cuando Hugo Chávez instituyó la República Bolivariana de Venezuela en 1999. Lo curioso es que, mucho antes del chavismo, la biografía y el pensamiento de Bolívar fueron evocados y utilizados en América Latina por todo tipo de corrientes políticas, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. Y ya en su tiempo -no en vano, el del Romanticismo, tan proclive a los héroes– fue mitificado por escritores y biógrafos que lo convirtieron en un personaje sagrado e intocable, una suerte de "santo laico" de la libertad.
La corriente bolivariana la inició José Antonio Páez, su sucesor como presidente de Venezuela, que usó su figura para darse prestigio y unificar a la nación bajo su mando; y eso que, en vida de Bolívar, habían tenido grandes enfrentamientos. Ya en 1834 aprobó un decreto por el que se permitía el culto al Libertador, y en 1842 ordenó repatriar sus restos mortales a Caracas y estableció ocho días de luto en su honor, si bien no logró cambiar el nombre de la capital por el de Ciudad Bolívar. Durante su mandato, asimismo, se erigieron efigies y estatuas del prócer por todo el país y casi en cada localidad se dio su nombre a una plaza.

Fue el primero, pero no el último. Antonio Guzmán Blanco, tres veces presidente de Venezuela a finales del siglo XIX, volvió a aumentar el culto bolivariano: introdujo la moneda llamada "del Libertador", que andando el tiempo se llamaría simplemente bolívar, renombró la plaza Mayor de Caracas "Plaza Bolívar" y encargó en Italia una estatua ecuestre del caudillo para dicha plaza. También el dictador Gómez Chacón, que gobernó de 1908 a 1935, siguió esta estela, así como Eleazar López Contreras, su sucesor, que bautizó su movimiento político como Cívicas Bolivarianas. Como vemos, Chávez no inventó el bolivarianismo.
 
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