Muchos escuchamos música en el trabajo
pensando que nos ayudará a concentrarnos en la tarea pendiente. De
hecho, investigaciones recientes prueban que la música puede tener
efectos positivos sobre la creatividad, pero cuando se trata de otras
áreas de desempeño, el impacto que genera la música de fondo es mucho
más complicado.
La idea de que escuchar música en el trabajo beneficia la productividad tiene sus raíces en el llamado “efecto Mozart”, efecto que ganó atención mediática a comienzos de los años 90. Dicho de manera sencilla, este efecto se refería al descubrimiento de que el rendimiento de rotación espacial (rotación mental de una forma tridimensional para determinar si coincide con otra o no) se incrementaba inmediatamente tras escuchar la música de Mozart, en comparación a las instrucciones de relajación o del silencio total. Tal fue la atención que recibió este descubrimiento que el entonces senador de Georgia, Zell Miller, propuso regalar cassettes gratuitos con música de Mozart, a potenciales padres.
Estudios posteriores a este han arrojado dudas sobre si la música de Mozart produce por necesidad este efecto: un “efecto Schubert”, un “efecto Blur” e incluso un “efecto Stephen King” (su audiolibro en lugar de su canto) han sido observados. Además, los músicos podrían mostrar el efecto al imaginar la música en lugar de escucharla realmente.
De esta manera, las investigaciones sugirieron que el “Efecto Mozart” no se debía a su música como tal, sino a los niveles óptimos de ánimo y excitación presentados en la gente: se convirtió en el “efecto de ánimo y exitación”.
Desafortunadamente, la mayoría de situaciones en las que el efecto de ánimo y excitación se presentaba, eran poco realistas ¿De verdad escuchamos música, luego la apagamos, y después nos concentramos en nuestro trabajo en silencio? o ¿es más probable que pongamos nuestra música favorita de fondo? Hace 40 años se investiga cómo el sonido afecta el desempeño, observado a través de un fenómeno llamado el efecto irrelevante de sonido. Básicamente, ese efecto señala que el desempeño se empobrece cuando la tarea se realiza con un sonido de fondo (un sonido irrelevante que estás ignorando), en comparación a cuando se desarrolla en silencio.
Para estudiar el efecto irrelevante de sonido, los participantes deben completar unas tareas sencillas que implican recordar números o letras en el orden exacto en el que las vieron, algo similar a tener que recordar un número de teléfono cuando no tienes donde apuntarlo. En general, las personas logran esto practicando en voz alta o susurrando. La parte engañosa es lograr hacer esto ignorando todo el ruido de fondo.
Dos características claves del efecto irrelevante de sonido se requieren para su observación. Primero, la tarea requiere que la persona haga uso de sus habilidades de práctica, y segundo, el sonido debe contener una variación acústica; por ejemplo, sonidos como “n, r, p” como opuesto a “c, c, c”. Cuando el sonido no tiene muchas variaciones acústicas, el desempeño en la realización de la tarea se acerca al observado en condiciones de silencio. Curiosamente, no importa si a la persona le gusta o no lo que oye. El desempeño es igual de pobre.
El efecto de sonido irrelevante viene del esfuerzo de procesar dos fuentes de información al mismo tiempo: una por la tarea pendiente y otra por el sonido. Desafortunadamente, sólo el primero exige un desempeño exitoso que incluye recordar una serie, y el esfuerzo invertido en garantizar que no se procese la información irrelevante en forma de sonido, impide esta habilidad.
Un conflicto similar se presenta cuando se lee en presencia de música lírica. En esta situación, las dos fuentes de palabras (de la tarea y el sonido) entran en conflicto. El costo subsecuente es un desempeño más pobre en la lectura en presencia de música con letra.
Lo que todo esto quiere decir es que esa idea de que la música de fondo ayuda o no a la productividad, depende del tipo de tarea y del tipo de música de fondo, y solo si se comprende esta relación es posible que las personas maximicen sus niveles de desempeño. Si la tarea requiere creatividad o elementos de la rotación espacial, entonces escuchar la música que a uno le gusta, puede mejorar los resultados. En contraste, si la tarea requiere un refuerzo de información ordenada, el silencio es lo mejor, o en el caso de la comprensión de lectura, la música instrumental o el silencio.
Un área prometedora del impacto de la música en las habilidades cognitivas se deriva de aprender a tocar un instrumento musical. Estudios muestran que los niños que están recibiendo entrenamiento musical señalan un mejoramiento en sus habilidades intelectuales. Sin embargo, las razones detrás de esto son, hasta ahora, desconocidas y propensas a ser complejas. Puede que los efectos no sean producto de la música como tal, sino de las actividades asociadas con la música que se estudia, como la concentración, práctica repetitiva, clases y tareas.
Infobae
La idea de que escuchar música en el trabajo beneficia la productividad tiene sus raíces en el llamado “efecto Mozart”, efecto que ganó atención mediática a comienzos de los años 90. Dicho de manera sencilla, este efecto se refería al descubrimiento de que el rendimiento de rotación espacial (rotación mental de una forma tridimensional para determinar si coincide con otra o no) se incrementaba inmediatamente tras escuchar la música de Mozart, en comparación a las instrucciones de relajación o del silencio total. Tal fue la atención que recibió este descubrimiento que el entonces senador de Georgia, Zell Miller, propuso regalar cassettes gratuitos con música de Mozart, a potenciales padres.
Estudios posteriores a este han arrojado dudas sobre si la música de Mozart produce por necesidad este efecto: un “efecto Schubert”, un “efecto Blur” e incluso un “efecto Stephen King” (su audiolibro en lugar de su canto) han sido observados. Además, los músicos podrían mostrar el efecto al imaginar la música en lugar de escucharla realmente.
De esta manera, las investigaciones sugirieron que el “Efecto Mozart” no se debía a su música como tal, sino a los niveles óptimos de ánimo y excitación presentados en la gente: se convirtió en el “efecto de ánimo y exitación”.
Desafortunadamente, la mayoría de situaciones en las que el efecto de ánimo y excitación se presentaba, eran poco realistas ¿De verdad escuchamos música, luego la apagamos, y después nos concentramos en nuestro trabajo en silencio? o ¿es más probable que pongamos nuestra música favorita de fondo? Hace 40 años se investiga cómo el sonido afecta el desempeño, observado a través de un fenómeno llamado el efecto irrelevante de sonido. Básicamente, ese efecto señala que el desempeño se empobrece cuando la tarea se realiza con un sonido de fondo (un sonido irrelevante que estás ignorando), en comparación a cuando se desarrolla en silencio.
Para estudiar el efecto irrelevante de sonido, los participantes deben completar unas tareas sencillas que implican recordar números o letras en el orden exacto en el que las vieron, algo similar a tener que recordar un número de teléfono cuando no tienes donde apuntarlo. En general, las personas logran esto practicando en voz alta o susurrando. La parte engañosa es lograr hacer esto ignorando todo el ruido de fondo.
Dos características claves del efecto irrelevante de sonido se requieren para su observación. Primero, la tarea requiere que la persona haga uso de sus habilidades de práctica, y segundo, el sonido debe contener una variación acústica; por ejemplo, sonidos como “n, r, p” como opuesto a “c, c, c”. Cuando el sonido no tiene muchas variaciones acústicas, el desempeño en la realización de la tarea se acerca al observado en condiciones de silencio. Curiosamente, no importa si a la persona le gusta o no lo que oye. El desempeño es igual de pobre.
El efecto de sonido irrelevante viene del esfuerzo de procesar dos fuentes de información al mismo tiempo: una por la tarea pendiente y otra por el sonido. Desafortunadamente, sólo el primero exige un desempeño exitoso que incluye recordar una serie, y el esfuerzo invertido en garantizar que no se procese la información irrelevante en forma de sonido, impide esta habilidad.
Un conflicto similar se presenta cuando se lee en presencia de música lírica. En esta situación, las dos fuentes de palabras (de la tarea y el sonido) entran en conflicto. El costo subsecuente es un desempeño más pobre en la lectura en presencia de música con letra.
Lo que todo esto quiere decir es que esa idea de que la música de fondo ayuda o no a la productividad, depende del tipo de tarea y del tipo de música de fondo, y solo si se comprende esta relación es posible que las personas maximicen sus niveles de desempeño. Si la tarea requiere creatividad o elementos de la rotación espacial, entonces escuchar la música que a uno le gusta, puede mejorar los resultados. En contraste, si la tarea requiere un refuerzo de información ordenada, el silencio es lo mejor, o en el caso de la comprensión de lectura, la música instrumental o el silencio.
Un área prometedora del impacto de la música en las habilidades cognitivas se deriva de aprender a tocar un instrumento musical. Estudios muestran que los niños que están recibiendo entrenamiento musical señalan un mejoramiento en sus habilidades intelectuales. Sin embargo, las razones detrás de esto son, hasta ahora, desconocidas y propensas a ser complejas. Puede que los efectos no sean producto de la música como tal, sino de las actividades asociadas con la música que se estudia, como la concentración, práctica repetitiva, clases y tareas.
Infobae